Cuatro amigos se reunen semanalmente para comer. Hace treinta años estudiaron juntos y ahora son todos profesionales liberales. La vida les ha tratado de forma distinta, pero es lo suficientemente generosa para permitirles, cada jueves, sin falta, encontrar un tiempo para compartir un almuerzo, una charla, todo bien, todo sigue igual.
«Robé» esta idea de un hermoso viaje que hice hace ya casi un año: unos amigos se encuentran para comer y comparten un rato de su vida, que tanto ha cambiado. No importa si un día uno no acude, falla éste o aquél, tampoco importa mucho si el encuentro es semanal, quincenal o mensual. La «robé» y la exporté. La rueda de la vida sigue, una generación después.
Desde hacía unos años, de forma muy espaciada, de vez en cuando tenía un almuerzo con un buen amigo. Hace unos cuatro meses nos pusimos de acuerdo para ir a comer; a esto se enteró y se añadió otro gran amigo, el tercer hombre, enredante y dispuesto a apuntarse a un bombardeo. La broma, medio improvisada, nos salió por un ojo de la cara. Pero salimos de ese almuerzo convencidos de poder repetir una comida mensual con los que quisieran y/o pudieran apuntarse. Probamos primero en un lugar que no nos desagradó, pero no nos terminó de convencer. Dos veces y nada. La comida bien, el lugar y el trato bien, sólo que no hubo feeling. Y así estuve unos buenos ratos pensando dónde íbamos a hacer esta primera comida del año, la casi comida de Navidad, o al menos eso me ha parecido a mí.
Hasta que di con el Nuvola Café. Hoy fue la primera vez que íbamos. Llamé hace un par de días diciendo que seríamos 6, no hacen reservas pero me soltaron el guiño que si estaba a las 14.30h, habría una mesa. Y allí estaba la mesa. Cabe decir que los del Nuvola marcaron terreno: un par de frases cortantes salieron de un rostro sudoroso. Bien, pero cuando pedí decidido el Colmello di Grotta 2009, un Pinot Grigio del Friuli, para hacer tiempo mientras esperábamos los más tardones, la cosa se calmó y fuimos ojeando la carta, viendo lo que nos esperaba. No he dicho que el Menú cuesta 9,50€, lo cual desmonta el tópico (aunque sólo un poquito) que es imposible comer bien, en una ciudad a veces tan histriónica como Barcelona, por precios low cost.
Mis cinco amigos no paraban de decir que estaba todo riquísimo y estupendo. A uno le encantaron los Bucatini con gambas, almendras y perejil, otro no paraba de repetir que qué bueno estaba el Solomillo de cerdo con verduras y allioli, pese a las futuras y consabidas consecuencias de esta salsa tan pronto superara su esófago. Yo compartí con Xavi la Burrata di Corato con ensalada mixta, que requería al menos de dos. Nunca había tomado burrata, pero si mozzarella en la Osteria (no Trattoria) da Zi Aniello, en Nápoles. Y la burrata me dejó a cuadros: ¿cómo diablos podían conseguir ese producto estando tan lejos de la Campania? Tampoco me atormenté mucho, no era cuestión de dejar que alguien soltara su tenedor dónde no tocaba estando yo distraido… Por lo demás, estábamos encantados. Y ante esto no hay mucho más que añadir. Los postres nos dejaron más contentos a todos, si cabe. Apuré mi copa de San Michele, un Montepulciano d’Abruzzo de 2007 que no estaba en la carta, con unos Quesos italianos. La mayoría optó por el Chocolate con bizcocho y canela.
El café, un buen ristretto. Cuando Xavi se animaba con el carajillo pensé en términos de grappa, que son aquellos que nos hacen entrar en otra dimensión. Me acordé de Hal abriendo botellas. Se lo susurré al oído al antes sudoroso camarero, ahora ya un buen aliado. Mis compañeros de mesa no se animaron con la grappa, prefieren esos mejunjes extraños y empalagosos conocidos con el nombre de Limoncello. Cosa que yo respeto, pero allá ellos.
Y hablamos del Barça, del casi vencido estado de alarma, de mujeres hermosas y una posible boda al otro lado del mundo a la que habríamos de ir en tren, de buenos vinos y brindamos un par de veces por el futuro, que pinta oscuro pero no negro. Y al salir, alguien dijo que la próxima volvería a ser en aquél lugar, que a todos había agradado tanto, y así quedamos emplazados para mediados de febrero. Y entonces fue cuando supimos que estábamos en casa. Feliz Navidad, ahora si.
Ha estat realment emocionant llegir aquest post. Magnífica la descripció del teu sentiment en aquell moment/instant. Quasi es pots imaginar la textura de moltes coses i això a nivell escrit és tècnicament impossible!
Felicitats!!
Naza, sabia que t’agradaria. I el lloc encara t’agradarà més!
Una abraçada,
Marc.